¿Qué sería de un proceso electoral sin democracia? ¿Y qué sería de la democracia sin participación ciudadana? No serían más que conceptos vacíos y sin sentido. Porque la democracia no existe sin la voz activa de su gente, sin la voluntad expresada a través del sufragio.
Hace unos días arrancaron oficialmente campañas mediante las cuales, por primera, vez los ciudadanos elegiremos quiénes serán nuestras ministras y ministros, magistradas y magistrados, así como las juezas y jueces por medio de voto popular.
Este momento histórico que atraviesa México representa una oportunidad de reafirmar, mediante el voto, que los ciudadanos tenemos el derecho, así como el deber, de participar en la democracia que nos rige como nación y ejercer activamente el rol que nos toca como ciudadanía. No obstante, para estar en posibilidades de ejercer la responsabilidad que nos convoca, es menester que la ciudadanía estemos debidamente informados de la realidad actual y los posibles escenarios venideros y que, además, tenemos la posibilidad de ser los protagonistas de este cambio revolucionario, siempre y cuando participemos activamente en él.
Recordemos también que la democracia no solo se expresa en las urnas, sino también en los espacios donde se construyen la conciencia ciudadana, el debate público y el acceso pleno a sus derechos político-electorales. Entre ellos, el derecho a la información y la libertad de expresión, que son esenciales para que cada persona pueda emitir su voto de manera libre, razonada y responsable.
Hoy, más que nunca, en una era en la que la desinformación se expande rápidamente, el acceso a información clara y real se convierte en una herramienta democrática. Esto me lleva a reflexionar: al dotarlos de la información necesaria ¿no se convertiría en una herramienta para que la ciudadanía confíe más en el nuevo modelo?
El pasado 9 de abril, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación abrió un nuevo camino. Hizo valer nuestro derecho a quienes nos desempeñamos en cualquier ámbito de gobierno ya que ahora podremos promover la participación ciudadana e informar sobre el proceso electoral extraordinario 2025, siempre y cuando esta sea imparcial y no se pretenda influir en la decisión del electorado.
Desde la Presidencia de la República hasta los gobiernos locales, podremos acompañar este momento histórico con responsabilidad. La elección judicial es inédita, compleja y, para muchos, aún lejana. Pero su impacto es profundo; nos acerca a un Poder Judicial más humano, más democrático y más cercano a la gente.
Como dirigente de un instituto político y como legislador, sé que la equidad y la imparcialidad son principios rectores de la democracia, que permiten el acceso a la información y el respeto a la libertad de decisión. Informar responsablemente no es inducir, es empoderar a la ciudadanía.
Tenemos un nuevo proceso democrático prometedor pero, la ciudadanía debe conocer sobre este mismo porque si no, se pierde una de las esencias rectoras de la reforma que es la participación ciudadana en la elección. ¿Cómo votar si hay quienes todavía no saben que hay elección? Y, ¿cómo votar si no entendemos a quiénes vamos a elegir?
Una democracia sólida se construye con una ciudadanía que hace que su voz cuente. Porque cuando sabemos lo que está en juego, votamos con conciencia. Y cuando votamos con conciencia, fortalecemos a México.
En esta elección, la ciudadanía no puede ser espectadora y para participar, primero necesitamos comprender. Y para comprender, se necesita información oportuna. La democracia no florece en el silencio, sino en la palabra informada. Y en cada elección, grande o pequeña, federal o local, recordemos que, más allá del voto individual, está la voluntad colectiva de construir un país más justo que es, precisamente, lo que nos convoca en este proceso extraordinario 2025.